Los grandes perdedores de la jornada de ayer fueron Uribe y Petro, es decir los extremos. Quien lo creyera, ambos perdieron, ambos llegaron al tope. Pareciera como si Colombia entera les hubiera dicho desde su extremo ¡no mas!, ninguno de los dos es válido para el país. Las urnas fueron contundentes en el sentir de los colombianos. No mas extremos, no mas posiciones polarizadas, no mas caudillos deseando que el país los siga. Deben existir caminos intermedios. ¿Inciertos? Sí, pero diferentes. ¿Peligrosos? Si pero no es posible soportar mas de lo mismo, estancando a un país por las peleas de sus caudillos. La polarización saturó y hoy Colombia elige, con mucho riesgo, pero apostándole a algo “novedoso”, peligroso sí pero no continuismo. Petro ayer llegó al tope de votos, casi lo mismo que hace 4 años, lo que significa que “son los mismos” los que votaron por él. No ha movido la aguja. Muy posiblemente ahora si, contundentemente, se forme un antipetrismo que dados los números, pueden llegar a 11 millones de votos, lo que derrotarían sus 8 millones de fieles seguidores. Como dijo alguien, el domingo Petro perdió la presidencia.
Lo de Uribe se venía venir puesto que el desgaste del Centro Democrático era inminente. Fico fue un candidato inflado. La maquinaria tradicional que le apostó a su nombre es hoy por hoy también otra perdedora. Partidos políticos, gente obstinada con el “comunismo” o con Venezuela, no lograron tener claridad sobre la falacia de inflar a un candidato sin estructura. La gente ya no come cuento, ha crecido. Este país es otro y sucedió como le pasa a un padre o madre de familia que le toma por sorpresa el crecimiento de su hijo: ¿en qué momento se hizo grande? ¿cuándo dejó de ser niño? ¿Cuáles son sus alcances? ¿De dónde acá esas ínfulas? No mas continuismo puede leerse para ambos extremos. La polarización saturó y hoy mas vale arriesgar que seguir en lo mismo. No mas estilos presidenciales marca Duque porque su autismo político terminó siendo una cachetada para un país que no logró aceptar su desconexión. ¿En qué país vive que se expone a salir con alfombra roja, en medio de calle de honor de oficiales, para asistir a un acto tan normal como una votación? Las redes le cobraron sus ínfulas, mostrando al lado de la agresiva foto de la alfombra, lo que vivieron los habitantes de un pueblo en la Costa que se debían quitar los zapatos, remangarse la ropa y brincar en medio de la inundación para acceder al puesto de votación. Sí, Colombia hoy cobró por la desigualdad, el hambre, la soberbia de muchos de sus políticos. Allí están los resultados.
La marca que distingue a Hernández es “diferente”, novedoso, pero eso no siempre es garantía de acierto. La indignación, el desempleo, el hambre, la inequidad, no necesitan líderes para sentirla y palparla. Quien ofrece opciones originales se convierte en llamativo porque la sola posibilidad de imaginar que se puede vivir en un país distinto, ya es de por si atractivo. La esperanza seduce y Colombia quiere tener esperanza.
¿Qué sigue? Un camino nuevo, un camino que debemos hacer todos, no solo el gobernante del momento. El sólo hecho de despolarizar al país ya es oxigenante. Y si de estas elecciones aprendemos que deseamos un país sin extremos, ya el futuro tiene color de optimismo.
Gloria H. @GloriaHRevolturas
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